sentirse querido es, sin lugar a dudas, lo mejor que puede pasarle a alguien que tiene ganas de saborear los minutos. eso debe pensar rai aunque este fin de semana la he fallado y la he dejado encerrada, obviamente sin querer, en la cocina mientras yo bailaba y disfrutaba de oviedo. durante dos días de auténticas vacaciones me acordé de ella miles de veces al día y cuándo me imaginaba qué estaría haciendo, la veía durmiendo plácidamente en su cuna. calentita. sóla pero a gusto en casa. me preguntaba si estaría comiendo más de la cuenta porque el veterinario nos recomendó que la pusiéramos a régimen debido a que está un poco gordita. miré su foto en el móvil cientos de veces. sé que no es normal pero mi gata me quita el sentido. volvimos a santander y, cuando metí la llave en la cerradura para abrir la puerta, me la imaginé haciendo la croqueta en la alfombra de la entrada como tantas otras veces para darnos la bienvenida. pero no fue así. no salió. pero la oí maullar con todas las fuerzas que le quedaban después de dos días encerrada sin comer ni beber más agua que la había en unas tazas del fregadero. en la cocina hace frío. mucho frío. así que decidió acurrucarse sobre una toalla que terminaba de secarse sobre una silla. rai es el ser más limpio que he conocido y no quiero pensar la vergüenza que debió sentir cuando no pudo más y tuvo que hacer caca en un rincón. hemos llegado hace un par de horas y todavía me siento culpable. ojalá sepa perdonarme y todavía quiera quererme. esta noche volveré a cogerle la pata mientras duerme y lo haré con todo el amor que no he sabido transmitirle durante los días en los que quedó atrapada en la cocina. lo único que me consuela es pensar que quizá los pájaros, la cabra y los perros que a diario ve desde la ventana le hayan dedicado una sonrisa.
lunes, marzo 26, 2007
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